Este artículo está motivado, en principio, por cierto
comentario que leí en un blog. En el mencionado Blog se reproducía una
entrevista al señor Rob Liefeld en la
que hablaba de su relación con el señor Alan Moore (Moore trabajó para él
durante una buena temporada escribiendo algunos comics, entre ellos, Supreme).
En ella, entre otras muchas cosas, Liefeld describía a Moore como alguien
obsesionado con el dinero que le pedía cada vez más trabajo con la intención de
ganar cuanto más mejor. Lo primero que se me ocurrió al leer esto fue que, si
Moore hubiese sido realmente alguien tan obsesionado con el dinero, no hubiese
recurrido a Liefeld. Hubiera ido a Marvel y habría pedido que le dieran a Spiderman o a los X-Men,
y se los hubiesen dado, porque es Alan Moore, o a DC, y haber escrito a
Superman y así no tener que conformarse con un pastiche del personaje, que es
lo que le ofreció Liefeld (Y si alguien piensa que estoy diciendo cosas inverosímiles,
que repase la carrera de Grant Morrison). Pero dejando esto aparte por un
momento, lo que me llamó la atención fue el comentario de un lector del blog,
en el que decía que, aunque Alan Moore era un genio, como persona dejaba mucho
que desear, tal y como había demostrado
enemistándose con media industria del comic.
Recientemente he leído una biografía de Alan Moore (The
Storyteller, os la recomiendo si os interesan estas cosas). No es la primera biografía
que leo de este autor ni lo primero que ojeo sobre él. En ella, entre otras
muchas cosas, se cuenta cómo llegó el señor Moore a “enemistarse” con algunas
de las editoriales en las que trabajó y porqué. Concentrándonos en lo más
significativo, llegó a enemistarse con Marvel y DC (las dos grandes editoriales
que publican comics en EE.UU.) porque
éstas demostraron muy poco o
ningún respeto hacia su persona y trabajo. Con Marvel la cosa fue un litigio
que la compañía inició contra la obra del autor, Marvelman, dejando claro que
no pensaban permitir que se editase en EE.UU. un comic que tuviera la palabra
“Marvel” en el título si no les pertenecía a ellos. Con DC, la compañía se
dedicó a apropiarse mediante todo tipo de estrategias legales de su obra y a
mantenerle en un segundo plano en cuanto al control de la misma a pesar de que
se trataba de un autor que había conseguido hacerles ganar una fortuna con su
trabajo.
El señor Alan Moore, hablando en público.
Moore también se enemistó con la industria de Hollywood. Él
decidió consentir que se llevaran a la gran pantalla dos de sus obras: From Hell y the league of extraordinary gentlemen, y
quedó tan horrorizado ante el resultado y la mentalidad de la industria del
cine que declaró que no quería que ninguna obra suya volviera a ser adaptada a
la gran pantalla. Lejos de hacerle caso, DC comics (Propietaria de los derechos
de reproducción de al menos las dos obras mencionadas a continuación) llevó al
cine V for Vendetta y Watchmen, con resultados,
al menos, muy alejados de la obra original. Moore quiso que su nombre
quedara excluido de estos proyectos y que todo el dinero que le correspondía en
concepto de derechos de autor por las adaptaciones de estas obras fuera a parar a sus colaboradores
(David Lloyd y Dave Gibbons respectivamente).
En la actualidad, DC comics ha lanzado un nuevo proyecto
basado en su obra: before
Watchmen. Este proyecto es una precuela
en comic de su obra más conocida, sin el consentimiento ni aprobación de
Moore, que él simplemente considera algo vacío, innecesario y únicamente dirigido
a explotar la gallina de los huevos de oro que es Watchmen (Una novela gráfica
que, desde el día de su publicación, no ha dejado de reeditarse).
Bonita portada de Darwyn Cooke para uno de los comics del proyecto Before Watchmen.
Yo ya he declarado en este blog, en la primera entrada, mi
preocupación porque los derechos de autor sean tratados como una mercancía que
se puede vender, comprar, heredar y explotar.
A fin de cuentas, la animadversión de Moore con respecto a las grandes
editoriales de comic para las que ha trabajado y con la industria del cine no
son otra cosa que una diferencia de opiniones acerca de cómo ha de considerarse
una obra artística. Mientras que la industria del entretenimiento
(Personificada por Marvel, DC y Hollywood) considera que lo más importante de
una obra es la cantidad de dinero que ésta puede llegar a producir. Moore, por
el contrario, opina que lo principal es su integridad artística (Aunque sólo
sea porque se trata del mensaje que el artista pretende transmitir con su
trabajo), y es eso lo que ha estado demandando desde el principio y lo que le
ha llevado a esa enemistad con esos grandes y poderosos colosos del
entretenimiento. Moore podría haberse quedado con gran parte del dinero que en
calidad de derechos de autor le correspondía de la taquilla de V for Vendetta y
Watchmen. Podría haber dejado que su nombre figurara en los créditos como
creador de la obra original, ayudando a la promoción de estas películas porque,
no nos engañemos, cualquier cosa que tenga el nombre de Alan Moore se vende
como rosquillas (Y las editoriales lo saben). Podría haber apoyado el proyecto
de Before Watchmen, y haber incluso colaborado de alguna forma prestando ideas
y ayudando a los profesionales que se encargarán de escribir y dibujar esos
comics En lugar de eso prefirió
mantenerse anclado en su postura moral, pues para él era mucho más importante
que se respetara la integridad de su obra que no cualquier compensación
económica que pudieran pagarle.
Los portavoces de DC comics, responsables del proyecto
Before Watchmen, entre los que se encuentran algunos creativos que dibujarán y
escribirán los personajes de Moore, confiesan no entender la postura del autor
británico. Para ellos, está claro que Moore firmó con los ojos abiertos el
contrato que cedía a DC los derechos de explotación de esos personajes. Del
mismo modo, entienden que una idea tan genial como Watchmen merece ser
explorada (O explotada) porque lo contario sería un despilfarro. Algunos
incluso tachan a Moore de contradictorio porque él también ha usado a
personajes de otros autores para sus obras sin que eso le supusiera ningún
problema moral.
Lo que sucede, en mi opinión, es que la industria del comic
norteamericano está tan acostumbrada a vulnerar los legítimos derechos de los
autores que trabajan para ellos, en explotar de mil maneras diferentes el
trabajo de sus escritores y dibujantes, que no acaban de ver nada raro en
volver a hacer lo mismo si, legalmente, están autorizados a ello. Muchos
escritores y dibujantes se sentirán ilusionados si, al entrar a trabajar para
alguna de las dos grandes les ofrecen hacer Spiderman o Superman, sin que
ninguno de ellos se pare a pensar que sus genuinos creadores no van a percibir
ni han percibido nunca un céntimo cada vez que alguien ha utilizado sus
creaciones de la forma en que ellos están a punto de utilizar, y que, por muy
legales que estas operaciones mercantiles sean, eso no las hace necesariamente
justas o morales.
Fantástica ilustración de Kevin O´Neil para la portada del primer recopilatorio de The League of Extraordinary Gentlemen.
La idea de que Moore ha hecho lo mismo escribiendo the League of extraordinary gentlemen, donde utilizaba personajes de
la literatura victoriana como
Mister Hyde o el Hombre invisible, son simplemente una forma propia de
la industria de ver el problema. Moore ha estado trabajando una y otra vez con
personajes que no había creado él: él no creó a Swamp Thing, no creó a Marvelman ni
tampoco a Supreme
(Incluso podríamos discutir si lo creó Liefeld), pero si creó a John
Costantine, y nunca le he oído quejarse de que DC lo utilizara para crear una
colección de comics llamada Hellblazer. A mi modo de ver, John Constantine es
un personaje que encaja perfectamente en la mentalidad de la industria: es un
personaje que, pese a su complejidad, es lo suficientemente plano como para que
de él se puedan escribir infinitas historias mientras su colección se venda, de
modo que ¿Por qué iba a importarle a Moore que se hiciese precisamente eso? Por
el contario, Watchmen es una historia cerrada con estructura de novela. Los
personajes son redondos y completamente alejados del tipo de personaje plano e
intemporal que es el superhéroe clásico
que estas editoriales explotan como franquicias ya sea en comics, merchandising o cine. Narrar
lo que sucede antes o después, no solamente no tiene sentido, sino que le resta
significado a la obra original.
Por otro lado, cuando Moore ha utilizado personajes creados
por otras personas, en todas las ocasiones lo ha hecho de una forma
completamente distinta a como cualquier otro (incluyendo sus creadores
originales), ha tratado a esos personajes. Uno de los problemas que Moore decía tener con este tipo de estrategia
comercial que expolia sistemáticamente cualquier obra suya que sea capaz de
caer en manos de una de estas editoriales es que se siente especialmente
decepcionado ante la falta de ideas que sufre la industria del entretenimiento,
que se dedica a robar las ideas que tuvo hace ya treinta años o las de
cualquiera con tal de paliar una ausencia de talento y de imaginación que constituye
el verdadero problema del negocio del entretenimiento (Y si os parece que no es
así, decidme qué necesidad había de hacer La Sirenita 2, 102 Dálmatas o la
nueva trilogía de Star Wars).
De modo que, no tengo información para saber si Alan Moore
es un buen tipo o, por el contrario “deja mucho que desear”, no lo conozco en
persona para opinar, pero al menos sí que puedo afirmar que es una de las pocas
voces, no ya honestas en el panorama del comic mainstream, pero al menos si valientes
y fieles a sus principios y lo suficientemente conscientes como para no consentir
que las prácticas abusivas a las que los profesionales están acostumbrados se
conviertan en la norma que todos han de acatar porque, al fin y al cabo ¿De qué
otra forma se pueden hacer las cosas? Eso es un conformismo siniestro, que deja
bien claro que el mundo del comic va a tener muy difícil hacerse con el justo
respeto que se merece junto a otros medios como la literatura convencional o el
cine. Obras como Watchmen
y autores como Moore son el camino para conseguirlo, y obras como Before Watchmen y la adaptación al cine por
parte de Hollywood el camino contrario.